Ninguna familia decente sacude su árbol genealógico sin que por lo menos caiga al suelo espantadísimo, un sodomita.

Carlo Cocciolimio albero genealogico sfumato ai bordi 

« Hoy el escabroso tema es pues la homosexualidad: condición humana que otrora se satanizaba hasta prender hogueras –la iglesia sentada en primera fila- y que la ciencia moderna “no” considera una enfermedad; por lo que se excluye que un homosexual deba y pueda y quiera curarse. Nadie le pide a un negro que se “cure” para volverse blanco. Es un misterio: alguien lo ha definido “epiqueya” o variación del amor de Dios. Cuando mucho a un homosexual puede reprochársele ser un pésimo homosexual: un homosexual agresivo, desgarbado, antipático, acomplejado, afeminado, y en casos extremos, dispensen la palabra, un maricón a secas. Lo afeminado no va forzosamente con lo homosexual: no consta que actuaran como mujercitas Alejandro el Macedonio y el emperador Adriano.

Tampoco la aptitud “mariquita” va obligatoriamente del brazo con lo homosexual: abundan heterosexuales con collones o gallinas que en su comparación se antojan Panchos Villas los travestís de Insurgentes.

Nótese, sin embargo, que muchas de las más desagradables manifestaciones de neurosis que caracterizan a algunos homosexuales, y que en los casos extremos los convierten en “locas” no son sino el producto de las persecuciones con que la sociedad occidental, ¡tan bondadosamente cristiana!, se ha ensañado durante dos mil años contra los “distintos”.

Resulta incomodo tocar estos temas: quizá sería más agradable que hablará de esta cosa tan increíble que son las vallas de niños disfrazados de pandas para despedir al Pandita: ¡Ni siquiera la misericordia divina es más inmensa que semejantes ridiculeces que degradan a nuestra sociedad y entontecen, tanto como el delirio del fútbol, a la juventud mexicana! Pero al escritor se le ha concedido no solo el derecho sino también el deber de cualquier frontera de lo humano. Yo me he ocupado de sacerdotes en: El Cielo y la Tierra; de alcohólicos anónimos en Hombres en Fuga; de héroes aztecas en Yo Cuauhtémoc (que la SEP está republicando en una traducción nueva); de judíos en David; de mil otros asuntillos más o menos peliagudos en Los Sexenios Felices, donde se pone al desnudo mi idea del periodismo etcétera. De modo que ahora me siento impulsado a medirme con la homosexualidad, ¡otra vez!, sólo porque en este periódico se ha publicado el domingo 19 del corriente la carta de una lectora que no puede pasarse por alto. Se titula “¿Así se gasta el dinero de la universidad?” y la firma doña Margarita Gómez Icazbalceta 29, Colonia San Rafael, México 06470, D.F.

En un tono que no se escuchaba después de la última quemazón de locas en alguna Edad Media, si es que podemos prescindir de la clasificación de “pervertidos” en la época de Hitler, la buena dama se lanza contra la universidad por haber ésta organizado, ¡horror!, una “semana de cultura gay” en el Museo del Chopo. La señora que quiso ser universitaria y, ¡trágico destino!, no pudo, se arranca el pelo con estos destemplados gritos: “¿Qué espera a nuestro sufrido país si la máxima institución que nos debe llenar de orgullo se rebaja así? ¿Así se gasta el dinero de la Universidad, que es dinero de la Universidad, que es dinero aportado por todo el pueblo?”.

Pues sí, señora, por “todo” el pueblo: por los homosexuales también…

 

“Es una vergüenza –declara además la lectora- que una institución como ésta llegue a algo tan lastimoso”. La lectora no propone un campo de concentración para homosexuales como los tenían Hitler y Castro Ruz –éste elegante socialista, los llamaba “fincas de trabajo”- pero sí parece desear que el fuego del cielo caiga sobre la nueva Sodoma Mexicana. La dama enternece por lo ingenua que es. Si no tiene cerebro, ni conocimientos científicos, ni caridad, por lo menos la Madre Naturaleza hubiera podido darle ojos. Una pequeña mirada en torno suyo la haría, tal vez, más objetiva y discreta. Ninguna familia decente sacude su árbol genealógico sin que por lo menos caiga al suelo espantadísimo, un sodomita.

Hablando en serio, vivimos en 1987 y no en 1387. En este año de 1987 todo ser humando, incluso si es homosexual tiene derecho al respeto que esta fiera dama le niega. Si yo fuese las autoridades universitarias, objetaría a la señora Gómez que también los homosexuales presentan declaraciones de impuestos.

La semana de “Cultura Gay” del Chopo no la he visto y ni siquiera me llegó la noticia de que allí la celebraban. Debe de haber sido muy interesante: Debe de haber sido muy interesante: entre los maricones expositores no pueden haber faltado Sócrates, Platón, Leonardo de Vinci, Shakespeare y Miguel Angel. En cuanto a los homosexuales mexicanos ilustres de este siglo, pienso que no deba ser difícil presentarle a la señora Gómez la lista, y muy al día…

Frente al mundo contemporáneo con su desconcertante fluidez, mi valiente Fabrizio Lupo, que irritó y apasionó a Europa en la década de los cincuenta, es actualmente, pienso yo patética arqueología. Pero en ese libro se habla de amor y se me asegura que el amor es eterno. Hoy en todo el mundo occidental, y me dicen que en el Tercer Mundo igualmente, existen movimientos y hasta partidos políticos de reivindicación y dignificación de los homosexuales. En la vanguardista Italia a una ciudadana que se expresará como la señora Gómez no la elegirían ni siquiera como vicesecretaria de un condominio. Ojalá este nuevo clima de debido respeto disminuya, hasta hacerlo desaparecer, el tan poco agradable género “loca”, La “cage aux folles” sólo es bonita cuando se le ve en el cine.              

Evidentemente hay el sida, que asemeja al castigo de un dios inventado por la señora Gómez. Pero ya sabemos que la horrenda enfermedad, que en un primer momento se achacó a ellos, no es de ninguna manera un monopolio de los homosexuales. Hombre seguramente muy santo, pero no muy bondadoso ni muy progresista que digamos, el Papa reinante tuvo la ocurrencia, hacia fines del año pasado, de promulgar un casi increíble documento antihomosexual que, si pudiese leerlo, y tal vez sí pueda haría ruborizarse de espanto a nuestro señor Jesucristo, quien cenaba con prostitutas y publicanos porque era un hijo de Dios, él, y no un vástago de demonios. El escándalo que despertó el documento papal, promovido éste por un señor cardenal alemán de índole un poco nazi, fue tan grande en todo el Occidente, y particularmente en Europa y en Estados Unidos, que ni siquiera hubo protestas: sólo gemidos de dolor y algunos intentos de suicidio. El anatema papal debe haber regocijado a todas las señoras Gómez que todavía queden. Reduciré su gozo relatando lo que sigue.

Tengo en mis manos una carta fechada 17 de febrero del año en curso; me llegó en un sobre aéreo con estampillas suizas. En ella el autor del bellísimo libro Ser Cristiano, quizá el más eminente de los teólogos católicos de nuestro tiempo, y que fue consejero oficial del Concilio Vaticano II, donde lo nombró Juan XXVIII de bendita memoria –hablo del profesor Hans Kung-, me escribe a mí Carlo Coccioli, quien traduzco con absoluta honestidad al español:

“Yo me he pronunciado varias veces en contra de cualquier condenación general de los homosexuales por el Papa actual. Pero dado que no soy un especialista en teología moral nunca he estudiado a fondo esta problemática. Sé que es muy difícil vivir con eso, y que la tendencia en sí no es de ninguna manera pecado. En cuanto a los actos concretos, tanto para los homosexuales como para los heterosexuales se trata de una cuestión de responsabilidad individual”.

Los subrayados son míos. Si usted es cristiana, señora Gómez, lo que sería de admirarse dada la ausencia de caridad que expresa en su carta, me imagino que con la precedente afirmación del mayor teólogo de nuestro tiempo se sentirá muy bien servida.

Por sus tendencias machistas, que al decir de grandes estudiosos, como Samuel Ramos, revelan por otra parte una virilidad vacilante, ¿tal vez perpleja?, nuestra sociedad se resiste un poco –no mucho- a aceptar estas nuevas maneras de “ver al homosexual”. No hay por ello que juzgarla severamente. Hay que dar tiempo al tiempo y además, dicho sea sin ofensa, hay que esperar que ciertas franjas de homosexuales, porque suerte cada día más infrecuentes, dejen de reaccionar ante el repudio tradicional convirtiéndose en tristes caricaturas.

Hasta hace poco, muy poco, la caza de nocturna a los homosexuales era esta capital uno de los deportes favoritos de no sé cuáles grupos de policía en pos de sádicos goces (con violaciones en rincones obscuros) y con la final inevitable mordida. Ahora se me dice que tales prácticas ya no se usan, un poco porque cada día son mas raras las víctimas que se dejan, y un poco, alabado sea Dios, por la acción civilizadora de este gobierno. Tanto más cuanto que el Mundo mira y juzga. Ya la humanidad tiene los ojos muy abiertos: el último ciego murió con el pobre de Borges.

Pero paradójicamente siguen quedando en pie resistencias insensatas y aún en ambientes que por su naturaleza deberían ser ejemplo de comprensión y tolerancia. Véase el caso significativo del llamado “Grupo Novo 122”, uno de los miles de grupos de Alcohólicos Anónimos que afortunadamente funcionan y prosperan en México. Es un grupo tradicional de puertas abiertas: se gobierna con los Doce Pasos y las Doce Tradiciones; sólo que en el ejercicio de su autonomía (¡sagrado principio de A.A.!) se ha especializado por decirlo así, en alcohólicos con problemas de homosexualidad. Grupos A.A. llamados “gay” –palabra feísima pero universal- existen en Estados Unidos y en Europa: lo que se antoja correcto puesto que alcoholismo y homosexualidad son bastante a menudo excelentes compañeros. Y que obviamente, no siempre un alcohólico homosexual logra expresarse con la necesaria libertad en los grupos A.A. felizmente heterosexuales.

Todo normal en suma, pero sucede que al grupo homosexual en   cuestión, cuya dirección es la calle de Culiacán 122 altos 1 (se me precisa que casi esquina con Bajío) y que tiene sus juntas de lunes a viernes de 8 a 9:30 de la noche y de los domingos a las 6 de la tarde, no le concede su reconocimiento la Intergrupal de Alcohólicos Anónimos de esta capital. Solo Dios sabe por qué. Y miento: yo también supongo saberlo. Se trata de las “resistencias culturales” a las que he aludido. ¡Pero estas resistencias que pueden perdonarse en otras partes, son absolutamente inadmisibles en un universo tolerante e inteligente como lo es el de los A.A.! Me apoyo pues mi conocida amistad hacia los alcohólicos anónimos, a quienes consagré años de vida y el libro Hombres en Fuga, para que la intergrupal mexicana reconsidere su actitud a la luz del principio “Vive y deja vivir” y le otorgué al grupo “Novo 122” el reconocimiento público al que tiene derecho. Existe desde hace un año. No ha tenido ningún género de problemas; no ha escandalizado; no ha perjudicado a nadie. Yo nunca lo he visitado, pero se me asegura que no merece la cuarentena a la cual ha sido sometido.

Y aquí doy las más sentidas gracias a la pese a todo simpática señora Gómez sin cuyos aspavientos no hubiera yo trasmitido el mensaje que se acaba de leer. Una sociedad es viva en la medida en que se muere y no calla ante los prejuicios y las injusticias.

 

publicado en el diario Excelsior, de fecha 01 de Agosto de 1987. 

 

 

 

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